¿Puede la IA hacernos más inteligentes?
- Pilar Paredes
- 22 jun
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 24 jun
La Inteligencia Artificial (IA) ha dejado de ser una simple promesa de la ciencia ficción para convertirse en una herramienta cotidiana que moldea desde nuestra forma de aprender hasta la manera en que cuidamos de nuestra salud.
Pero, ¿puede realmente la IA potenciar nuestras capacidades cognitivas o corre el riesgo de convertirnos en meros espectadores, dependientes de algoritmos?
Orígenes de la IA: de la visión artificial a los grandes modelos de lenguaje
Primeros pasos y visión artificial
A mediados del siglo XX, pioneros como Alan Turing y John McCarthy sentaron las bases teóricas de la IA.
En los años setenta y ochenta, la visión artificial permitió a las máquinas “ver” y procesar imágenes: desde reconocer dígitos manuscritos hasta identificar defectos en líneas de producción.
La llegada de los Large Language Models (LLM)
Con el auge de la capacidad de cómputo y la disponibilidad de datos masivos, surgieron los LLM, como GPT y BERT.
Estos modelos aprenden patrones de lenguaje en enormes corpus de texto, lo que les permite generar texto coherente, responder preguntas y hasta traducir entre idiomas.
Hoy, la conjunción de visión artificial y LLM da forma a la IA generativa, capaz de crear imágenes, guiones, diagnósticos preliminares y contenidos educativos a la carta.
IA para el bienestar humano: ejemplos en salud y educación
Salud
Diagnóstico asistido por IA: sistemas de radiología que detectan anomalías (como tumores) en imágenes con una precisión similar a la de especialistas humanos.
Monitoreo remoto: dispositivos wearables que recogen datos de ritmo cardíaco o glucosa y utilizan algoritmos predictivos para alertar a médicos y pacientes sobre posibles riesgos.
Terapias personalizadas: chatbots de salud mental que ofrecen acompañamiento en intervenciones tempranas y remiten a profesionales si identifican señales de alerta.
Educación
Aprendizaje adaptativo: plataformas que ajustan automáticamente el nivel de dificultad de ejercicios de matemáticas o caligrafía en función del rendimiento del alumno.
Tutoría virtual: bots conversacionales que responden dudas de gramática, explican conceptos de ciencias o guían procesos de programación paso a paso.
Análisis del estilo de aprendizaje: herramientas que identifican si un estudiante responde mejor a contenidos visuales, auditivos o prácticos, y recomiendan recursos personalizados.
El lado oscuro: la “deuda digital” y sus riesgos
La deuda digital es el coste cognitivo y formativo que contraemos cuando delegamos excesivamente nuestras tareas mentales en la IA. Un ejemplo claro: si los niños utilizan un generador de textos para hacer sus trabajos, ¿están interiorizando los conceptos o sólo copian respuestas?
Pérdida de habilidades básicas: caligrafía, cálculo mental y redacción pueden atrofiarse si siempre acudimos a la IA para resolver problemas sencillos.
Menor desarrollo del pensamiento crítico: sin el reto de elaborar argumentos propios, la capacidad de analizar, sintetizar y evaluar información se ve reducida.
Dependencia tecnológica: al igual que un agricultor que sólo confía en sistemas automatizados sin entender su funcionamiento, nos quedamos vulnerables si falla la herramienta.
La IA posee un potencial enorme para ampliar nuestra inteligencia: nos ayuda a diagnosticar enfermedades más rápido, personaliza la educación y expande nuestro acceso al conocimiento. Sin embargo, para que realmente nos haga más inteligentes, debemos:
Usarla como complemento, no sustituto, de nuestras habilidades.
Fomentar el pensamiento crítico y la resolución de problemas sin ayuda algorítmica en etapas formativas.
Evaluar el equilibrio: aprovechar las ventajas de la IA sin descuidar el entrenamiento mental básico.
Si quieres saber más sobre cómo la IA te puede ayudar a ser más inteligente no te pierdas esta entrevista en mi canal de You Tube donde un prestigioso científico nos desvela todos los secretos de la Inteligencia Artificial aplicada al bienestar humano.
Comentarios